Según un estudio, cambiar nuestra alimentación podría permitirnos vivir trece años más.
Somos lo que comemos. Nuestro bienestar físico, mental e, incluso, emocional está directamente relacionado con lo que comemos y bebemos. Según un nuevo estudio publicado en la revista «PLOS Medicine», al cambiar nuestra alimentación podríamos añadir hasta trece años a nuestras vidas. Por supuesto, cuanto antes empecemos, mejor.Investigadores de Noruega utilizaron datos actuales de muchos estudios y datos procedentes del estudio sobre la carga mundial de las enfermedades («Global Burden of Disease study», en inglés), una base de datos que registra 286 causas de muerte, 369 enfermedades y lesiones, además de 87 factores de riesgo en 204 países y territorios de todo el mundo. Desarrollaron una calculadora denominada Food4HealthyLife para determinar qué le podría pasar a la esperanza de vida de una persona si se sustituye una alimentación occidental con carne roja y carne procesada por una alimentación optimizada con menos carne roja y procesada y más frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y frutos secos.
«Por ejemplo, una mujer media de cuarenta años de los Estados Unidos o Europa que ha seguido una alimentación occidental típica podría ganar unos diez años al optimizar su alimentación a partir de esa edad —explica Lars Fadnes, autor principal del estudio y catedrático en la Universidad de Bergen en una nota de prensa—. Se estima que incluso un pequeño cambio alimentario bastante factible puede traducirse en un beneficio de unos seis años suplementarios».
El catedrático Fadnes añadió: «Food4HealthyLife permite calcular de forma instantánea los efectos en la esperanza de vida de una serie de cambios alimentarios y podría ser una herramienta útil para médicos, responsables políticos y la población general».La investigación muestra que los beneficios más importantes en materia de longevidad se observaron al consumir más legumbres, como judías, guisantes y lentejas, cereales integrales, que son la semilla entera de una planta, y frutos secos como nueces, almendras, nueces de pecán y pistachos.
Si una mujer empieza a comer de forma adecuada a los veinte años, podría llegar a aumentar su esperanza de vida en más de diez años. Un hombre que adopte una alimentación más sana a partir de los veinte años podría alargar su vida unos trece años. Seguir una alimentación más sana podría también alargar la vida de las personas mayores. A partir de los sesenta años, una mujer todavía podría aumentar su esperanza de vida en ocho años. Los hombres que adoptan una alimentación más sana a los sesenta años podrían ganar casi nueve años.
El estudio concluye: «Comprender el potencial asociado a la salud de los distintos grupos alimentarios podría permitir a las personas obtener beneficios importantes y factibles en materia de salud».
Todos queremos vivir una vida más sana y más larga. El objetivo fundamental es lograr hacer estos cambios alimentarios a largo plazo. No podemos volver atrás en el tiempo, pero podemos intentar detenerlo.