Resultados científicos recientes sientan las bases para nuevos tratamientos celulares. Los científicos han demostrado que se puede cultivar macrófagos en grandes cantidades en el laboratorio, y estos inmunocitos no se pueden diferenciar de sus homólogos en el pulmón cuando se reintroducen en el cuerpo.
Los macrófagos son leucocitos que se encuentran en todos los tejidos corporales. Están involucrados en diversas funciones inmunitarias: rodean y matan a los microorganismos, eliminan las células muertas y estimulan la acción de otras células inmunitarias. Según los científicos, los macrófagos muestran ser prometedores como posibles fármacos vivos para combatir infecciones, curar órganos dañados y combatir el cáncer. Sin embargo, para ser utilizados en tratamientos, deben cultivarse en grandes cantidades en laboratorios sin perder sus funciones especiales.
¿Es esto posible? Sí, según unos investigadores de Alemania y Francia. El equipo de investigación apoyado en parte por el proyecto MacAGE, financiado con fondos europeos, ha demostrado que los macrófagos cultivados en laboratorios durante períodos prolongados funcionan con normalidad cuando se reintroducen en el cuerpo. Lo más importante es que no son diferentes de las células que nunca abandonaron el tejido pulmonar. Los resultados muestran que los tratamientos celulares basados en macrófagos pueden, de hecho, desarrollarse en el futuro. El estudio se publicó en la revista «Nature Immunology».
Las células cultivadas en el laboratorio se extraen de su entorno natural y se eliminan las señales físicas que parecen esenciales para su función. Deben adaptarse a las nuevas condiciones (placas de cultivo de plástico y disoluciones de nutrientes artificiales), lo que significa «un verdadero impacto», señala un artículo publicado en el sitio web de la entidad anfitriona del proyecto MacAGE, la Universidad Politécnica de Dresde (TU Dresden) en Alemania. «Queríamos saber exactamente cómo cambian las células en un cultivo celular prolongado y si estos cambios son permanentes o no», afirma en el artículo el catedrático Michael Sieweke de la TU Dresden, autor principal del estudio.El equipo estudió macrófagos de ratón que viven naturalmente en los alvéolos pulmonares. Lograron hacer crecer estas células en volumen en el laboratorio durante varios meses. Los macrófagos cultivados en el laboratorio no se veían diferentes de sus homólogos en el pulmón, pero al examinarlos detenidamente, el equipo observó que las células en realidad habían sufrido muchos cambios para adaptarse al nuevo entorno. «Esto era de esperar. Las condiciones de vida en una superficie de plástico y con todos los nutrientes disponibles son muy diferentes de las condiciones naturales. Las células tuvieron que acostumbrarse y lo hicieron modificando el estado de más de tres mil genes. La pregunta que realmente nos interesó fue si estos cambios pueden revertirse», explica Sieweke.
A fin de encontrar la respuesta, los investigadores reintrodujeron las células cultivadas en el laboratorio en los pulmones del ratón. Las comparaciones detalladas mostraron que era imposible distinguir los macrófagos que crecieron en condiciones de laboratorio y los que nunca abandonaron el pulmón. «Nos sorprendió ver que las adaptaciones sustanciales llevadas a cabo por los macrófagos para vivir en el laboratorio han demostrado ser completamente reversibles —señala la coautora del estudio Clara Busch, de la TU Dresden—. Los macrófagos cultivados en el laboratorio se habían olvidado del tiempo que pasaron en el laboratorio y habían asumido por completo su función y estado normales en el pulmón, ajenos al impacto anterior».
Aunque se realizó en ratones, la investigación que contó con el apoyo del proyecto MacAGE (Macrophage aging and rejuvenation) tiene implicaciones muy prometedoras para los tratamientos en humanos, y podría utilizarse para tratar enfermedades como el cáncer o las infecciones similares a la provocada por el virus SARS-CoV-2. El proyecto finaliza en diciembre de 2022.
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