Un estudio muestra que la gente cree erróneamente que debería hablar menos para agradar.
Deje que la otra persona hable más. Hable menos para poder parecer más simpático. Hágalo así para conseguir amigos y convencer a los demás, aconsejaba Dale Carnegie en su libro de autoayuda «Cómo ganar amigos e influir sobre las personas», uno de los libros más vendidos de la historia. Según los hallazgos publicados en la revista «Personality and Social Psychology Bulletin», hemos cargado con estas creencias erróneas y sesgos durante mucho tiempo.Entonces, ¿deberíamos escuchar más que hablar o hablar la mayor parte del tiempo? Los investigadores plantearon esta pregunta a un grupo de estudiantes universitarios. Para ser popular, la mayoría pensaba que debería hablar menos durante las conversaciones cara a cara. Esta creencia resultó ser equivocada.
Otro grupo de estudiantes universitarios participó en una conversación de siete minutos con un desconocido. Esta conversación fue gestionada por un programa informático que especificó a quién le tocaba hablar y durante cuánto tiempo. Asignó de forma aleatoria a los participantes que hablaran durante un 30, un 40, un 50, un 60 o un 70 % del tiempo y después estos valoraron cuánto les gustó su interlocutor. Los resultados revelaron que los participantes gustaron más cuando hablaron más de la mitad del tiempo.
Según escribió la doctora Quinn Hirschi, autora principal del estudio y socióloga, investigadora titular del Centro de Investigación de Decisiones de la Universidad de Chicago, en «The Conversation»: «Nuestra nueva investigación sugiere que, con todo lo demás igual, se debería hablar más de lo que normalmente se haría en conversaciones con nuevas personas para causar una buena primera impresión. Investigaciones como la nuestra pueden ayudar a las personas a entender con más fundamento científico las interacciones sociales con nuevas personas y, en última instancia, a estar más seguras y tener más conocimiento sobre cómo causar una buena primera impresión».Los hallazgos también revelaron que las personas tenían distintos valores de referencia sobre cuánto creían que debían hablar en función de si querían agradar o resultar interesantes. Dijeron que deberían hablar menos para ser consideradas simpáticas y más para resultar interesantes.
En declaraciones a «Vice», Hirschi manifestó: «Pensamos que a los demás les encanta hablar sobre ellos mismos, que las demás personas no quieren que les abordemos. Sin embargo, una percepción errónea que tenemos sobre nuestro mundo social es que deberíamos contenernos más de lo que en realidad sería ideal».
Y prosiguió: «Creo que tenemos este estereotipo general de que a los demás les encanta producir información, que les gusta hablar, pero los datos sugirieron que era justo lo contrario: las personas disfrutaban escuchando lo que querían decir los demás y conociendo las experiencias de otros».
Hirschi añadió en «The Conversation»: «Es posible, e incluso probable, que dominar por completo una conversación (como hablar el 90 % del tiempo) no sea una estrategia óptima. Nuestra investigación no sugiere que la gente deba arrollar a su interlocutor, sino más bien sentirse cómoda hablando más de lo que hablaría normalmente».
No cabe duda de que lo que decimos es más importante que encontrar el equilibrio perfecto entre hablar y escuchar. Esto es lo más importante y no necesitamos que nos lo diga el padre de la cultura de la autoayuda.