Una vez más, se abre el debate sobre el árbol más respetuoso con el clima: verdadero o artificial.
Ha llegado el momento de comprar el árbol para las fiestas. Cada vez hay más consumidores preocupados por el clima que valoran cuidadosamente los pros y contras de esta compra.
Pero la decisión no es tan sencilla. «Sin duda, tiene muchos más matices y es mucho más compleja de lo que podríamos pensar», afirmó el ecologista forestal y paisajístico Andy Finton a la «CNN».Reutilizar un árbol artificial año tras año podría parecer la solución más sostenible. Sin embargo, tal como explica Finton, ese tipo de árboles suelen conservarse durante unos seis años, de modo que «el coste del carbono es claramente superior» que en la versión natural. «Si los árboles artificiales se utilizan durante más tiempo, ese equilibrio cambia. He leído que serían necesarios veinte años para que el equilibrio de carbono fuese aproximadamente equivalente». Esto se debe a que estos árboles suelen fabricarse con cloruro de polivinilo, un plástico de uso generalizado que sabemos perjudica a nuestra salud y al medio ambiente.
A medida que los árboles de Navidad crecen, absorben CO2, el principal gas de efecto invernadero que calienta la Tierra, pero, si se talan, pueden devolver a la atmósfera ese CO2 que han estado almacenando.
Hace años, un estudio se propuso determinar el tipo de árbol de Navidad que era mejor para el medio ambiente. Comparó el efecto de un año de un árbol artificial con un solo árbol de Navidad natural. El primero emitía 8,1 kg de CO2, el equivalente a recorrer en coche 322 km. El segundo, 3,1 kg, correspondientes a 125 km.
Los árboles de Navidad son un gran negocio. Dinamarca es el mayor exportador europeo de árboles de Navidad. Según la Asociación danesa de árboles de Navidad, hay unos dos mil quinientos cultivadores que producen once millones de árboles al año. En Bélgica, el segundo mayor exportador de Europa, se calcula que los cultivadores de árboles registran un volumen de negocios de treinta y cinco millones de euros. El sector da empleo durante el año de forma directa a unas cuatrocientas cincuenta personas e indirectamente a unas quinientas cincuenta.
«Al comprar un árbol de Navidad natural estamos respaldando las economías locales, las comunidades locales y los agricultores locales, algo que para mí es una parte clave de la ecuación de conservación», añade Finton. «Cuando un cultivador de árboles puede obtener beneficios económicos de su tierra, es menos probable que la venda para la construcción o que la convierta para otros usos».
Si echamos un vistazo al final de las fiestas, ¿qué es lo que vemos? Árboles tirados o apilados aquí y allá. Algunas ciudades y pueblos los recogen para su reciclaje o compostaje. El resto acaba en vertederos, donde se descompone lentamente y emite metano, un gas de efecto invernadero que es unas ochenta veces más potente que el CO2.La respuesta sigue siendo sorprendentemente complicada. Realmente depende de cada situación y hay que valorar todos los factores mencionados anteriormente. Si es un árbol natural, se deben buscar opciones de reciclaje con antelación. ¿Prefiere uno de plástico o metal? No olvide apreciarlo, disfrutarlo y reutilizarlo durante el mayor tiempo posible.
«El debate está ahí, pero, una vez que haya tomado una decisión, debe aceptarla, pues hay muchas otras cosas que podemos hacer en nuestra vida que tienen un impacto climático incluso mayor, por ejemplo conducir menos o defender políticas que incrementen el uso de energías renovables», concluye Finton. «Disfrute de las fiestas y céntrese en otros aspectos de su vida para reducir las repercusiones del cambio climático».