La investigación sobre las implicaciones jurídicas y políticas de las embarcaciones autónomas en el transporte marítimo internacional ha tropezado con una cuestión relacionada no con el Derecho o la seguridad, sino con el género.
Las embarcaciones autónomas están llamadas a revolucionar el sector de la navegación y la seguridad marítima. Sin embargo, al sumergirnos en las nuevas aguas de la navegación autónoma, ¿cuántos de nosotros podemos decir con precisión lo que significa «autónomo»? La cuestión es que los barcos sin tripulación solo pueden llamarse autónomos si sus sistemas operativos pueden tomar decisiones y actuar por sí mismos. En ese caso, al referirnos a los grados de autonomía, ¿cómo llamamos a las embarcaciones sin tripulación que se controlan a distancia?
Este es un tema que surgió en una reciente investigación que contó con el apoyo del proyecto financiado con fondos europeos STRAITSECURITY. Al analizar las diversas implicaciones jurídicas y políticas de las embarcaciones autónomas en el transporte marítimo internacional, el equipo de investigación encontró otro problema, esta vez relacionado con el sesgo de género. En la mayor parte de las publicaciones estudiadas —gubernamentales, de investigación y de otro tipo—, para referirse a las embarcaciones teledirigidas se utiliza el término en inglés «unmanned» (traducido en español como ‘no tripulado’), cuya raíz, «man» (‘hombre’), implica cierto sesgo de género. Como se señala en un artículo escrito por los doctores Adam Fenton y Ioannis Chapsos, de la Universidad de Coventry (Reino Unido), entidad coordinadora del proyecto STRAITSECURITY, el término «está arraigado en una serie de acrónimos y abreviaturas de uso frecuente». Entre los ejemplos citados se encuentran los «Unmanned Maritime Vehicles» o «UMV» (‘vehículos marítimos no tripulados’) y los múltiples proyectos de la Marina estadounidense en este ámbito: «Large Unmanned Surface Vehicles» (‘vehículos de superficie no tripulados grandes’), «Medium Unmanned Surface Vehicles» (‘vehículos de superficie no tripulados medianos’) y «Extra-Large Unmanned Undersea Vehicles» (‘vehículos submarinos no tripulados extra grandes’).Entonces, ¿cuál es la alternativa? Los autores del artículo están a favor del uso de términos neutrales en cuanto al género, como «uncrewed» (‘no tripulado’) y «crewless» (‘sin tripulación’), en lugar de «unmanned» en las publicaciones de los medios de comunicación, de investigación, gubernamentales o de las organizaciones no gubernamentales. Esto estaría «en consonancia con el objetivo 5 (igualdad de género) de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas» y «reconocería las contribuciones y los logros de las personas no pertenecientes al género masculino en este sector históricamente dominado por los hombres».
Al fin y al cabo, los estereotipos sociales de que solo los hombres pueden trabajar en los barcos no reflejan la realidad actual. En el artículo se ofrecen ejemplos: «En la Marina de los Estados Unidos, las mujeres representan el 19 % de los oficiales y el 20 % del personal alistado, y prestan servicio en todos los rangos, desde marinero hasta almirante, y en todos los puestos, desde aviador naval hasta buzo de alta mar. De manera similar, en 2019 las mujeres constituían aproximadamente el 10 % de la mano de obra de la Marina Real británica, que, en ese año, fue nombrada como uno de los principales empleadores del Reino Unido para las mujeres».
Una de las razones por las que se siguen utilizando términos con sesgo de género en relación con el transporte marítimo es que se encuentran en instrumentos jurídicos como la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CNUDM). Por lo tanto, en lo que respecta a este documento, los autores sugieren que el antiguo debate sobre la necesidad de actualizar las definiciones y tecnologías obsoletas que ofrece la CNUDM debería ampliarse para incluir debates sobre la actualización de su terminología de género. «Y aunque esta terminología con sesgo de género en el Derecho internacional debería modificarse, hasta que esto llegue a ocurrir, no debería suponer un obstáculo para que otros actualicen la terminología en sus debates, comentarios e informes», concluyen los autores.
El proyecto STRAITSECURITY (Hybrid threats to Indonesia’s Maritime Security: an assessment of cyber and cyber-physical vulnerabilities in the world’s busiest shipping lanes) se puso en marcha en 2022 y su equipo analiza los retos políticos y jurídicos del sector marítimo derivados de la rápida difusión de la tecnología, así como del aumento de las amenazas a la ciberseguridad. El proyecto finaliza en 2024.
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