Las temperaturas en el Ártico pueden bajar hasta los -70 °C. Sin embargo, muchos insectos viven dentro de las tierras heladas y sobre ellas. Entonces, ¿por qué no se congelan por completo? Le preguntamos a Terry Callaghan, nuestro experto en ecología del Ártico, para que nos desvele ese misterio polar.
La vida en el Ártico es dura. Las temperaturas árticas son severas y dificultan la supervivencia de una gran cantidad de animales. No obstante, muchos insectos como los mosquitos consiguen proliferar en la región helada. Entonces, ¿por qué no se congelan?
«Sí que pueden congelarse por completo», afirma Callaghan, ecologista del Ártico de la Universidad de Sheffield. Sin embargo, los insectos han desarrollado diversas estrategias exitosas para evitar morirse de frío. Estas se enmarcan fundamentalmente en dos categorías: «Evitan congelarse o lo toleran», explica Callaghan.
Para evitar congelarse, muchos insectos entran en una fase de reposo durante los meses de invierno: un período de reposo vegetativo y de interrupción del desarrollo denominado «diapausa». Eso se suele producir cuando los insectos son huevos o larvas, lo cual les proporciona una mayor protección ante el entorno frío.
Algunos insectos eliminan el agua de sus cuerpos como respuesta al frío y, en última instancia, llegan a deshacerse de casi toda. De este modo, se controla el lugar del cuerpo en que se pueden formar cristales de hielo, que se alejan de los órganos vitales. Básicamente, estos insectos toleran el frío congelándose, pero sin ninguno de los efectos dañinos. Al final del invierno, cuando el hielo se descongela, se ponen de nuevo en movimiento.
Muchos insectos también producen compuestos, como el glicerol natural, un alcohol que actúa como anticongelante. Dichas sustancias químicas evitan la formación de cristales de hielo y permite a los insectos que habitan en el frío «sobreenfriarse», lo cual significa que el agua de su cuerpo puede bajar hasta una temperatura muy inferior a cero, pero sin congelarse.
Se sabe que una abeja puede sobreenfriarse hasta temperaturas inferiores a -50 ºC. En última instancia, pueden convertir el hielo interno en un seudovidrio, sin cristales de hielo dañinos, en un proceso que se denomina «vitrificación».Callaghan es el fundador y coordinador científico del proyecto INTERACT, financiado con fondos europeos, que ha subvencionado a mil investigadores para que trabajen en el Ártico. Esta inmensa colaboración conectó a ochenta y nueve estaciones de investigación en las regiones congeladas, donde los científicos trabajaban juntos para desvelar más información sobre el cambio ecológico y ambiental.
Uno de los hallazgos más fascinantes fue una nueva especie de abejorro del Ártico, descubierta por un equipo de científicos dirigido por Bélgica y descritapor primera vez en una revista científica con revisión por pares. Se bautizó a la abeja como «Bombus interacti», denominada así en honor al proyecto INTERACT.
Un aspecto importante del proyecto INTERACT fue el aprendizaje mutuo a través de un foro en línea que permitía a los científicos de la red debatir cuestiones como la seguridad en el campo de trabajo o la minimización de la huella ambiental en las estaciones de investigación del Ártico. Y, quizás, cómo sobrevivir al frío de los inviernos árticos…Parte del cambio ambiental que se observa en todo el mundo, y notablemente en las regiones polares, también se refleja en las estrategias de hibernación de los insectos.
Por ejemplo, la polilla otoñal hiberna en diapausa en forma de huevos encima de las ramas de los abedules. Eso huevos suelen morir durante los inviernos en que las temperaturas son inferiores a -33 ºC, lo cual reduce el daño que generan las orugas a los abedules en primavera y verano.
Sin embargo, con la subida de las temperaturas invernales, sobreviven más huevos de polillas y las orugas dañan o matan más árboles. En consecuencia, las polillas proliferan y se propagan, contribuyendo a dicho ciclo. «Por lo tanto, la supervivencia invernal de los insectos puede ser buena para ellos, pero no necesariamente para otras partes del ecosistema», afirma Callaghan.
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